El amplio espacio que la galeria Art Vitam le ha dedicado a las obras
de estos dos pintores franceses titulado White Curtain-Inside
Movement posee un tema común: el movimiento. En el caso de Frédéric
Lemoine el movimiento está expresado básicamente en unos mobiles
cuya construcción posee algo de primitivo. Quiero decir, que me dio la
impresión de que en ellos sobresalían elementos que culturas antiguas
habían utilizado para construir sus totems u otros objetos de culto.
No quiero afirmar con ello que la totalidad de la obra de este
artista radicado en París mantenga una estrecha relación con esa mirada
que, a partir de principios del siglo XX, descubriera otras formas
estéticas alejadas de la tradición occidental, o sea, grecorromana. Pero
específicamente en sus mobiles, la materia que utiliza y la
manera con que se desplazan dentro de su contorno, nos hace pensar que
Lemoine tuvo en cuenta ejemplos de culturas primitivas.
El uso de otras técnicas, como el encerado por ejemplo, le permite a
Lemoine crear unos paneles de madera que como extensos pizarrones le
sirven de superficie para confeccionar unas figuras geométricas más
cercanas al arte abstracto. En ese sentido, no creo que el concepto del
movimiento sea aplicable a esas obras, las cuales permanecen
concentradas dentro de un espacio que les limita cualquier dinamismo.
Otras obras, sin embargo, de carácter más escultórico, se integran
dentro de un concepto diferente. Tituladas instantes, me
recuerdan las de un pintor/poeta surrealista, Jean-Claude Silberman,
quien recortara las maderas siguiendo los caprichos de su imaginación
para después pintarlas con su bestiario particular titulándolas
letreros socarrones.
Lemoine parece continuar por ese mismo camino; pero deteniéndose en
los excesos de una imaginería cara a los surrealistas para dejar al
desnudo algunas imágenes y formas que le sirven como señales. ¿Qué
indican esas señales?
El secreto de esas estrellas que culminan cada uno de sus
instantes parece ser el de un movimiento hacia el infinito. Aquí el
pintor ha logrado, además, utilizar unos colores que matizan los
perímetros de sus maderas recortadas. Con sus tonos cerúleos, rojos
intensos, grises y verdes atenuados; los instantes de Lemoine
quedan como indicadores de un camino a recorrer, camino por el cual el
pintor con su arte nos va llevando de la mano.